Antes de nada quiero dejar claro que esta reseña tiene dos partes muy diferenciadas, por un lado el servicio y por otro lado la calidad de la comida. Si no tuviese en cuenta el servicio, la puntuación sería muy superior, pero es algo que cuando no es adecuado, resta mucho.Reservo hace más o menos tres semanas, mientras el local está de vacaciones, dejando muy claro desde el principio que no íbamos a poder llegar al restaurante hasta las 15:30, por motivos de viaje. El motor de reservas no te deja guardar una mesa más allá de las 15:15, y por eso en cuanto vuelven de las vacaciones llamo para confirmar la situación. Me dicen que sin problema, y me indican incluso el parking más cercano el que dejar el coche. Perfecto.El día en cuestión, tres minutos antes de la hora prevista de llegada nos llaman, y les comentamos que en 5’ estaremos sentados. Si todo después hubiese sido normal, la llamada sería completamente rutinaria, de control.Pero la atención, el ambiente al entrar en el restaurante, fue más de “estáis llegando tarde e iros cuanto antes”. Nos señalan la mesa de mala manera después de saludar con desgana, montan la mesa para el servicio de cenas a nuestro lado con el consiguiente ruido cuando estamos todavía comiendo (a las 16:15, no a las 17:30) y varios detalles más que nos hicieron sentir incómodos.Ahora la comida: carta muy corta, más corta incluso que otras que habíamos investigado antes. Como entrantes pedimos las anchoas con brioche y mantequilla. Deliciosas. Hacía tiempo que no comíamos unas anchoas tan buenas, y con el brioche la combinación es fantástica. De segundos platos pedimos las almejas en salsa verde y el steak tartar. Este último muy logrado, con esa yema de huevo que es una salsa inmejorable, y con la carne muy bien aliñada. Las almejas espléndidas, de un calibre descomunal, pero la ración es escasísima. 8 piezas para un precio de 20€.Los postres sin duda fueron lo mejor de la comida. La tarta de queso, cremosa y semilíquida en el centro, estaba riquísima. Y el coulant de Tarta de Santiago merece la fama que tiene, aunque no llega al nivel del que comimos en Lúa, que era excelso.Con dos consumiciones pagamos casi 72€. Para la calidad que ofrece no es caro, pero para la cantidad ofrecida nos pareció excesivo. Y el servicio, en un local de este nivel culinario, no puede ser así de seco, antipático e inoportuno. Si nos hubiésemos pasado una hora de su hora de cierre (algo que jamás hacemos) entendería algún gesto o invitación a irnos, pero desde que nos sentamos pasaron apenas 50’, así que simplemente no se nos hizo sentir cómodos.En estos casos, si al final el restaurante no va a poder dar el 100%, prefiero que me digan que no, que la reserva no es posible para las 15:30. Nos buscamos otro sitio y todos contentos.