¡Aconsejo no ir jamás!Anoche, fuimos dos personas, pedimos un gratinado de espinacas, nos trajeron 30 gramos de espinacas sin sal, con un champiñón troceado y un trocito de tomate fresco encima, impropio de un gratinado, todo del tamaño de una tapa, eran dos cucharas escasas, incomibles, 14 euros.De segundos pedimos para dos, Cordon Blue al estilo La Virginia (24 euros cada una) , claro el estilo de ese restaurante es servir una tapa por el precio de una ración completa, se trata de una exigua cantidad de carne rebozada, con todo y el relleno de jamón y queso pesarían 100 gramos, acompañados de una ínfima cantidad de patatas fritas (¿belgas?), como no podía ser de otra manera de las de bolsas congeladas.El tiramisú era rico, pero siempre continuando con la misma línea, en todo lo que sirven se ahorran más de la mitad.En el Restaurante: se respira la angustia y-o falta de alegría que impera en las mesas donde los platos carecen de generosidad, ello siempre sin perder ser elegantes a la vez ….Como no podía ser de otra manera los manteles y las servilletas que “visten “las mesas son de papel.El servicio: atienden unas chicas que no han sido preparadas para la gastronomía, por supuesto sin uniforme, llevan unos vaqueros negros con camisetas blancas, una de ellas con las rodillas agujereadas, ¡que moderna!, todos con diferentes colores de zapatillas, a fines de permitirles transitar el incomodo empedrado que luce en todo el jardín.La ubicación, restaurante situado en un agujero, encajonado entre dos barreras ( prohibido levantarlas aunque vengan al Restaurante), una arriba otra abajo, distantes 200 metros del Establecimiento, metros en absoluto idílicos para andar, al contrario , presagian lo que está por llegar al cliente, la de arriba constituye bajar por un empinado y resbaladizo camino con vados de un ancho de 80 cm ( hay que hacer montañismo) , la de abajo al traspasar a pie la barrera nos encontramos un terreno baldío de tierra y piedras que hace de aparcamiento de los habitantes de la zona, a continuación un sinuoso camino adornado de empinadas escaleras de baldosines, todo ello obviamente en la más absoluta oscuridad y sin la más mínima iluminación ni indicaciones para llegar al restaurante La Virginia.Conclusión, los dueños engañan al cliente, si sois masoquistas ya sabéis a donde dirigirse.